¡Qué preciosa promesa para la iglesia del Señor! Sin lugar a dudas, los pastores estuvieron en el corazón de Dios para el cuidado de su pueblo. El salmista David, inspirado por el Espíritu Santo, escribió: “Jehová es mi Pastor” (Sal. 23:1). Jesús se presentó asimismo como el “Buen Pastor” (Jn. 10:11,14). El apóstol Pablo, reconoció que fue Dios quién le tuvo por fiel poniéndole en el ministerio (1 Ti. 1:12). Y, a su vez, se empeñó en que las iglesias nuevas, que iban naciendo en todo lugar, tuvieran un pastor para guiarlas (Ti. 1:5). Así mismo, fue claro en dar instrucciones a las iglesias, acerca del carácter y vida de aquellos que fueran a ejercer el pastorado (1 Ti. 3:1-7; Tito 1:5-9).