Desde el Escritorio de Pastor

El contentamiento es una virtud que viene de arriba. No todo el mundo es capaz de mantenerse contento con lo que tiene o con lo que Dios provee. Pero, en momentos difíciles como los que vivimos, determinará si su vida será de gozo o amargura.

Todos los que hemos tenido la oportunidad de leer las Sagradas Escrituras y, en particular, los hechos relacionados con el nacimiento de Jesucristo, sabemos que la navidad es más que una fiesta de celebración. Jesucristo, el eterno hijo de Dios, encarnado en un cuerpo mortal y nacido de mujer, es la verdadera navidad.

Sin lugar a dudas, el obrar de Dios es maravilloso. El escritor de Eclesiastés lo expresó diciendo: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desee el principio hasta el fin” (Ecl. 3:11).

Ya han trascurrido nueve meses desde el inicio de esta pandemia; sin lugar a dudas, ha sido un tiempo muy difícil, y, muchas veces, desesperante para muchos. El temor a enfermar y, aún morir, está allí… ¡latente! El temor a sucumbir ante las presiones y compromisos económicos es el pan de cada día. La palabra es ¡INCERTIDUMBRE!

Como lo hemos indicado, el deseo de Dios, es de bien para su pueblo: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer. 29:11). Y, nosotros, ¡lo creemos y lo reclamamos!