El servicio y la adoración a Dios debe ser algo primordial en el corazón del creyente y de la iglesia. Pues, Dios está en su santo templo y toda la congregación debe callar ante él (Habacuc 2:20).
Para ayudar al pueblo de Dios a concentrarse en esta adoración y, que nada interrumpiera, desde los días del Antiguo Testamento, Dios llamó a hombres llamados “levitas”, que servían y ayudaban en diferentes tareas del servicio de adoración en el Templo: porteros, cantores, acarreadores, etc. (Num. 3:5-8; 1 Cr.6:31ss, 24:19)
Ya el antiguo culto en el Templo no existe. Pues, este fue destruido por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Y, el que posteriormente fue reconstruido, fue destruido por los romanos para el año 70 d.C. Sin embargo, la iglesia de Cristo, no estuvo centrada en el Templo de Jerusalén, sino que por todas partes que se predicó el evangelio, surgieron iglesias locales y, con el tiempo edificaron templos de adoración para que los fieles adoraran con sus familias.
Nuevamente, se hizo necesario que hombres y mujeres sirvieran al Señor, para ayudar en el culto de Adoración a Dios. Hay pastores, directores de canto y grupos que ministran la alabanza; pero, hay también un importante ministerio, que a veces, pasa desapercibido, es el ministerio de los “UJIERES”.
Hoy queremos resaltar el valor de este ministerio para la iglesia al ayudar a los santos a una adoración sincera y sin interrupciones. Ellos están para darnos la bienvenida, para atender las visitas y acomodarles, ayudar a evitar distracciones durante el culto y, en la parte de afuera del templo, para vigilar que todo esté bien con los autos de las personas presentes.
Ellos son las primeras caras que atienden a las visitas y deben hacerlo con amabilidad y una hermosa sonrisa, con un interés genuino de apoyar. Pero, no sólo ellos, ¡todos debiéramos hacerlo! Así, seriamos conocidos como una iglesia amorosa, amable y gentil (Fil. 4:5).
Apoyemos este ministerio.
Pastor José A. Martínez
