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En nuestro país celebramos el día de hoy el DÍA DEL NIÑO. Y, nos unimos a esta celebración. Pues, como iglesia, hemos entendido lo fundamental que es que nuestros niños, conozcan, amen y sirvan a Dios.
No queremos hijos “religiosos”, sino hijos que hagan una diferencia en nuestra nación. El ejemplo que podamos darles de vivir conforme al mandato de Dios y su Palabra; del énfasis que hagamos de enseñarlos e instruirles en la Palabra de Dios, estará el futuro de nuestras generaciones y de la nación.
Josías, fue un rey en Israel. Comenzó a reinar cuando tenía tan sólo 8 años de edad. Y reinó por 31 años (2 R. 22:1). De él se dice: “Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda (2 Cr. 34:2).
¿Cómo fue esto posible, siendo que su padre y su abuelo fueron reyes que hicieron lo malo a los ojos de Dios?
Dios reveló por medio del profeta Ezequiel: “El alma que pecare esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre…” (Ez. 18:20). Nos recuerda que el “pecar” o “no pecar” ante Dios, es un asunto de lección personal. No se cumplió en Josías el refrán que dice: “De tal palo, tal astilla”. Pues, él decidió a su corta edad, seguir el camino de tener un corazón para Dios como lo tuvo su antepasado, de 13 generaciones de reyes, el rey David que tuvo un corazón para Dios. A los doce años empezó a limpiar a Jerusalén y Judá de toda idolatría que habían permitido e instituido sus antecesores.
Es innegable el papel que jugó la Palabra de Dios en su corazón. A los 18 años de su reinado ocurrió un hallazgo extraordinario. Mientras se reparaba la Casa de Dios, el Templo de Jerusalén, fue encontrado el libro de la Ley. Cuando la leyó, rasgó sus vestidos y consultó al Señor, e hizo pacto de caminar en pos de Jehová y de guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo su corazón y con toda su alma, poniendo por obra las palabras del pacto que estaban escritas el libro del Pacto” (2 Cr. 34. 31).
Nosotros, tenemos la responsabilidad de instruir a nuestros hijos en el camino del Señor (Pr. 22:6). Es la única oportunidad que tenemos para impactar con bien a las futuras generaciones y a nuestra nación. ¡Hagamoslo!
Pastor José A. Martínez
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