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Sin lugar a dudas, el obrar de Dios es maravilloso. El escritor de Eclesiastés lo expresó diciendo: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desee el principio hasta el fin” (Ecl. 3:11).
El milagro de la concepción, la gestación y el nacimiento de un ser humano son una prueba del maravilloso obrar del Dios creador. El salmista escribió: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en lo oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Sal 139:13-16).
Pero, la providencia del creador, va más allá de la concepción, la gestación y el nacimiento. Se manifiesta de manera maravillosa en la maternidad y, nos acompaña a lo largo de la vida.
Hoy queremos, por un lado, alabar a Dios por el milagro de la concepción y el nacimiento de cada ser humano y, por el otro, alabar la maternidad responsable de las mujeres de fe, que han aprendido a amar a Dios y cuidar de la hermosa hechura que Él ha puesto en sus manos: ¡los hijos!
Sin lugar a dudas, la maternidad requiere abnegación y fe. Hoy queremos verlo en la hermosa historia bíblica del nacimiento de un niño llamado Moisés y el cuidado providencial de Dios: “JOCABED, ejemplo de valerosa abnegación y fe de una madre”
Pastor José A. Martínez
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